jueves, 13 de junio de 2013

ME QUEDÉ CON LO BUENO

Me quedé con lo bueno. Y aunque quizás sea más fácil olvidar cuando te agarras a lo desagradable, yo nunca serví para eso. Quizás sea una pésima estrategia la mía, pero mi corazón me agradece, hoy por hoy, no albergar ningún odio.
Me quedo con la alegría de la mayoría de los momentos, con aquel "tienes un no sé qué que parece un qué sé yo que yo que sé" (al final me lo aprendí bien), con las acampadas bajo las estrellas creyendo oír extraterrestres en la radio. Nada como compartir una sana locura despreocupada.
Me quedo con el "tirititiri" de todos los bailes, que no falte, y ese toto invisible testigo de nuestras hazañas, improvisadas casi siempre, sin importar los medios, o el lugar, todo quedaba en nuestra ganas, devoradores de vida, como una vez te definí.
Me quedo con aquella primera cita que no acabó en picadero, pero con mis rodillas temblando al bajar del coche. Y aquella otra, en la que fingimos ser dos desconocidos, pobre de ti, lidiando con mi doble personalidad, aunque Natali tampoco se quedó con las ganas de ti.
Me quedo con la flor de bienvenida a los treinta, y el carnaval de sorpresas que nos hizo tropezar en medio de tanta gente, y con tanta gente, porque costaba guardar el equilibrio, puede que fueran los rones, yo prefiero pensar que era magia.
Me quedo con aquel "wochun naren lovin yu" a voz en grito, inglés de rebajas pero sobrante de gracia e ingenio.
Me quedo con la risa siempre presente, y las noches amaneciendo a través del cristal de detrás del coche.
Las jugadas de chichón empatadas, y la pantalla de fútbol que nunca me interesó, pues sólo importaba ver el brillo en tus ojos.
El empuje, el magnetismo, la "jiribilla" que siempre te lleva a dar con todo el mundo. Mi ilusión al verte.
Me quedo con tu media sonrisa y mi carcajada contagiosa, la que alguna vez nos llevó a apoyarnos en la pared de tanto reír.
Me quedo con la arena de la playa, y el hoyo que hicimos para enterrar al rubio chico. Inocencia y ternura que cautivó mi corazón y tambaleó todos mis cimientos, pues ahora soy otra, y lo que alguna vez fue incuestionable en mi, hasta se transformó en deseo de futuro.

Me quedó con lo bueno porque llegaste y cambió mi vida. Ya no soy la misma. Y aunque a veces los finales pueden ser tan sorprendentes, convirtiéndose en aquello que jamás imaginarías, yo me quedo con lo bueno que fue más y mejor.

No hay rencor que haga sombra a todo lo que viví junto a ti. Y sé que hablo por mi. Miedo me da encontrarme contigo en la calle, porque de ser negativo me invadiría la pena, como lo ha hecho todos estos días, pero enseguida me acuerdo de tu risa y la mía, de tu espíritu fuerte, como un torbellino. Me devuelvo a tu esencia y es imposible que un mal recuerdo o una mala palabra me haga sentir algo negativo hacia a ti. Así  soy. Puede que idiota o puede que simplemente llegara a quererte.

Brindo igualmente por ese "carpe diem". Pese a todo, gracias por pasarte por mi vida, rubio.

jueves, 6 de junio de 2013

ACERCA DE TROPIEZOS

"Lo malo no es tropezar con la piedra, sino cogerle cariño a ésta" Me lo dijeron hace unos días y aún sonrío al pensar en ese momento. Tiene algo de irreal darse cuenta de que efectivamente hay tropiezos y piedras donde antes sólo veías una flor sin espinas.
Los sentidos engañan, las carencias confunden, las experiencias cambian según el momento en las que las percibes... Y honestamente cabe la pregunta: ¿qué hay o hubo de real en aquello que hoy ya es tan diferente? Después de una tormenta se ven los escombros y cuesta imaginar cómo era antes aquello que ahora sólo barre el suelo. Y aferrarse a eso es la verdadera catástrofe. Porque lo que fue, para bien o para mal, nunca volverá a ser. Lo que importa es lo que será. Lo que importa es que al final todo cambia.

Si eres de los que abandera el "carpe diem", no vale hacer un doble juego y cuando se giran las tornas, anclarte a un pasado mejor, porque eso va en contra de vivir el presente y aprovechar el momento. Una vez hecha la elección, no hay un "tú" al que culpar. Cuando se elige, sólo existe un "yo" que se hace responsable.

Así que hay que cogerle cariño al tropiezo y soltar la piedra para caminar más ligero.