Puro desconcierto de la ola sin fin de la existencia.
Aún así, no hay madrugadas oscuras
aunque no queden estrellas.
Perdí la habilidad de levantar murallas
pero aún construyo velos de palabras.
Una maraña de mente llena de huesos
y pensamientos que bailan sin permiso.
Miénteme por un instante,
que yo ya no puedo engañarme a mí misma.
Véndeme el espejo sin pulir,
que yo me encargaré del resto,
aunque no sepa por dónde empezar.
Dulce melancolía que vuela en mis venas,
así como el humo que encierra mis pulmones,
pero que al menos no vende mi alma
a ese diablo loco de mi reflejo en el agua.
Escapo una y otra vez por las rendijas de la indiferencia,
que es la más sabia de las venganzas.
Pero es quizás a solas y a espaldas del resto del mundo
cuando al fin comprenda el verdadero valor de mi alma.