Soledad. A veces la miro de frente sin que pase absolutamente nada, a veces intento esquivarla, consciente de que el tormento con que la cubro es mío y nada tiene que ver con ella. En ocasiones la disfrazo, la maquillo y le pongo tacones, la saco a pasear para que se airee. Ella anda por mí. A veces soledad, tan humana, tan sencilla, tan humilde y bipolar: ahora que me abrazas con tu amor, yo te odio. A veces la busco, la añoro, la escojo y priorizo. Soledad me enseña lo que no quiero ver pero igualmente siento.
A veces la admiro y otras la ignoro. A veces me burlo de ella y le pongo una canción de amor para que ella se burle de mí. A veces la necesito, y en cuanto aparece me asusto como sólo son capaces de asustarse los niños. Esa soledad, tan mía, tan pura y genuina, y voy yo y la proyecto, y le pongo un rostro con nombres y apellidos, un bolsillo con recuerdos de épocas ya pasadas y por supuesto mejores.
Otras veces, la racionalizo, la reduzco a la fuerza tras lógica, psicología, razón. A veces la explico y justifico, la adorno de "vacío existencial". Hay momentos en que bailo con ella, la vuelvo creativa, ingeniosa, mordaz: la escribo, como ahora, le abro la puerta y la dejo pasar sin pedirle explicaciones.
A veces la emborracho, de alcohol o de pasiones, creyendo que la destruyo y entonces ella me recuerda que simplemente está ahí, sin permiso y sin necesidad de que la quieran o la premien. Y la envidio.
A veces soledad me habla o le pregunto, o me escucha o me grita y me escupe. A veces la acaricio aunque ella me golpee. A veces la arropo por las noches y ella aparece en sueños como el único fantasma real.
Soledad. Te río, te disfruto, te erotizo en el tacto de un amante imposible, te retrato, te reto. Me trasciendes.
A veces me vuelvo posesiva con mi soledad, y otras me independizo de ella y la comparto con otras soledades, aunque al final de la velada, cada una se retira a su morada, ya sea cueva, ya sea playa desierta.
A veces soledad es tan silenciosa. Suele ser los domingos por la tarde. A veces bulliciosa, suele ser los lunes por la mañana en la parada de autobús.
Soledad me pareces en ocasiones tan solemne, respetable y sabia. A la mañana siguiente te vuelves estúpida, orgullosa, testaruda y vulgar, casi indecente, una loca enfurecida que no me deja andar sin prisas, ni concentrarme ni oíme a mí misma.
A veces soledad se cansa y yo con ella. Me duermo en su regazo mientras ella me canta y promete irse pronto para dejarme serena.
A veces la soledad la fumo con sabor a mentol.
Soledad me acompaña y hago mil cosas con ella, con o sin su aprobación. Solo hay algo que no puedo hacer con ella, no me dejo o no me deja, pero lo que nunca, nunca puedo hacer, es engañarte, soledad.
Hermosa Nati,me encanta encontrate, y si la soledad es una companera pero ojo no eslomismo q estar solo,muchas veces la soledad no es tan mala,me encanto tu escrito, besos
ResponderEliminarGracias Pati por tus cariñosas palabras. Yo tampoco creo que la soledad sea mala, de hecho, como puedes leer, la rentabilizo bastante, jajajaja... Hago de todo con ella. La soledad es maravillosa, sentirse solo es otra cosa, cierto. Escribí este post con una mezcla de ambas cosas, lo reconozco. Te mando un gran abrazo, Pati. Gracias por dejarte sentir siempre por aquí.
ResponderEliminarmi querida amiga te invito q pases x mi blogs a retirar un Premio q hay para vos, besos
ResponderEliminarAlguna vez escuche que "quien no sabe estar a solas con su soledad, menos sabra estar acompañado" (o algo asi) y me parece muy cierto, tenemos que saber estar con nosotros mismos, para poder estar mejor con los demas...
ResponderEliminarCordial saludo, te sigo, me ha gustado lo que escribes.