jueves, 29 de noviembre de 2012

TE VAS DE MÍ

Te vas de mí,
y lo que duele no es el tiempo que pasa entre ausencias
a veces de ti, a veces de mi,
a veces de ambos resucitando en recuerdos.
Esa ida no provoca dolor, sino muertes anunciadas de besos,
besos que quedaron en huesos flotando en el aire.

Te vas de mí,
y lo que duele no es la rabia ni la melancolía ya agotadas,
sino la emoción recién nueva de no tenerte,
la ilusión galopante de encontrarte en cada esquina,
en cada espalda que se vuelve con un rostro diferente.

Te vas de mí,
te vas escurriendo entre las horas de la mañana, con el ruido del tráfico,
resbalando por los poros de la noche, con el silencio de las estrellas.
Y no duele el dolor de los abrazos partidos a la mitad,
lo que duele es el vacío de tu mitad en la que no estoy yo.

Te vas de mí,
dejando ese rastro imposible de migajas de amor,
y yo con hambre acumulado de ayuno de tus besos,
sabiendo que no alimenta, que no ayuda a crecer,
que sólo duele como sabe hacerlo la indiferencia.

Te vas de mí,
contra mi voluntad de querer dormir en tu sueño,
ajeno a mi mirada que aún triste sonríe ante la gente.
ajeno a mis versos que caen como hojas secas.
Otoño de perennes grises en el alma.

Te vas de mí,
a pesar de mis esfuerzos por retenerte
aunque sea en una memoria malgastada,
pero hasta el tiempo se ha aliado contigo a la hora de borrarte con el viento.
Y lo que duele no es tu marcha sin adiós,
lo que duele es que te vas,
es que te vas de mí.


miércoles, 7 de noviembre de 2012

REENCUENTRO

El tiempo es un sabio que siempre va por delante de nosotros, desvelándonos sus secretos por cuenta gotas, como si no nos dejara ser conscientes de las cosas de pronto, convirtiéndonos en más sabios que él.

Dejando de pelear por esas respuestas, curiosamente, con el paso de los días salen a mi encuentro.
No debemos abandonar nunca nuestro centro. Por perdidos que podamos llegar a sentirnos, por mucho que se tuerzan nuestros planes, por mucho que fuera llueva... ahí estamos siempre, impregnados de nuestra esencia que nunca se apaga, ni siquiera cuando dejamos de existir.

A veces, en tiempos de tormenta, sólo basta con detenernos y escuchar atentamente. Pronto surgirá esa voz en nuestro interior que nos recordará que siempre hay que tomar un camino, y que da igual el que sea, lo importante es seguir caminando, los amaneceres ya vendrán a nuestra senda.

En ocasiones se nos tiene el paso y es entonces cuando miramos alrededor queriendo encontrar alguna señal que nos reoriente, así podemos caer en el error de pensar que tenemos que agarrarnos a algo, a alguien, a una circunstancia, a veces al propio dolor de nuestra alma, lo que sea con tal de sustentarnos, de descansar al menos por un momento de tener que llevar el timón de nuestro propio barco. Nos salimos de nuestro centro. Es aquí cuando realmente hemos perdido el norte. La buena noticia es que a pesar de nuestros extravíos, la brújula siempre la llevamos incorporada bajo la piel, en lo más dentro de nosotros.

Son necesarias las tormentas y los tramos a oscuras, son los que nos impulsan a seguir el camino en busca de otros territorios menos inhóspitos. Los obstáculos nos obligan a caer para vernos mejor, conocer nuestras flaquezas y los recursos que tenemos y los que nos faltan para vencerlas.

Es el tiempo el que nos ayuda en este descubrimiento, pues en el momento no entendemos nada. La rabia, el miedo, la inseguridad, la tristeza y la soledad nos echan ese pulso continuo y pensamos que no tiene sentido nada de lo que ocurre. Y es cierto. Nada de lo que ocurre fuera tiene sentido, lo que lo tiene es lo que está pasando dentro mientras andamos.

Al final quedamos nosotros, aunque no nos hayamos querido ver por mucho tiempo, aunque nos hayamos negado a nosotros mismos, aunque hayamos querido desoírnos tantas veces. Al final volvemos a ese centro, agradecidos por lo vivido, por la riqueza de este reencuentro, el más importante de nuestra vida: el reecuentro con nosotros mismos.

jueves, 1 de noviembre de 2012

Caminando

Caminando las sensaciones,
colapso, impulso agotado,
Andando entre los musgos,
nieve hasta la cintura,
cielo encapotado sobre la cabeza,
estrellas tenues inmersas en la oscura noche.
Se espera que amanezca,
se espera el futuro,
se espera que muera la tormenta,
se espera, se espera...
El alma en cueros,
el corazón extenuado,
las manos rígidas,
la voz quebrada,
el llanto mudo,
la sonrisa pétrea,
la piel de mármol,
las caricias rotas y vencidas.
Caminando, sólo un paso tras otro.