lunes, 31 de diciembre de 2012

FIN DE AÑO

Fin de año que llegó en septiembre
con las campanadas del ayer que son hoy,
hoy sin brindis con adiós.
Versos, risas, besos sin sabor.
Feliz año nuevo sin verde.
Leo en el libro en blanco de mi sábana fría,
silencio atronador en las luces del alba.
Empezando un nuevo año disonante.
Hubo un tiempo y un espacio perfumado
de caricias,
de dedos enredados en promesas de escarcha.
Jamás dejaré de abrazarte.
Fin de año de finales sin comienzo,
y al inicio del amor,
 se me acabaron las uvas con sabor a miel.
Bienvenida de días como manantiales sin rima,
las barras de los bares lloran la falta de tu risa,
y celebran mi baile entre copas vacías de alma,
de cuerpo, de ansias y tantas otras cosas.
Fin de año y la rueda siegue girando,
Nada empieza cuando aún hay tantos acabandos.
Intentos, soledades, contigo enfurecida despedida,
enmudecida maraña de noches atravesando la piel.
Ya sólo recuerdo y ceniza.
Fin de año en otoño,
con las campanadas de tu espalda,
hoy brindis con adiós,
hoy sin hoy, pero contigo y sin mí,
feliz año, amor.










sábado, 15 de diciembre de 2012

CULPA

Muéstrame la culpa al borde de unos labios cuando esculpen sobre otros
ese atisbo improvisado de la noche que muere con el estreno de un beso.
Muéstrame la culpa respirando, transpirando,
y sólo entonces la creeré con fe ciega que ve a través de la mano que baila en un rostro.

Pruébame la culpa límpida del pecado original,
la que podría nacer de entrañas palpitantes,
la que podría morir y resucitar sólo después del cuerpo,
más allá de la barrera de los dientes que besan
y los ojos besados.

Táctame la culpa, su sabor, su olor,
un testigo que pueda reconocerla sin tener que sentirse identificado con ella,
y sólo entonces la pensaré como un hecho,
aunque no sentirla,
pues seguirá siendo ajena a mis poros.

Preséntame la culpa con nombre y apellidos,
que me cautive desfilando delante de mi incredulidad,
me veré responsable (que no culpable)
de una piel encanecida sin arrugas en el alma.

Respírame la culpa en la nuca con aliento de humo que no se desvanezca,
una culpa que sea de otro para que de verdad sea la auténtica,
que deje huella más allá de la memoria,
que haga memoria más allá de la huella dactilar de la inocencia.

Créeme en la culpa para que crea en ella,
y sólo entonces rezaré una plegaria por mi ignorancia.